Intervención de don Mario Bedera, secretario de Estado de Educación

Altezas Reales, Excmo. Sr. Presidente de la Junta de Castilla y León, Sr. Delegado del Gobierno, Sr. Alcalde, Sr. Director de la Real Academia Española, Sra. Presidenta de la Fundación, patronas y patronos, señoras y señores:

Hoy celebramos el 91 cumpleaños de Miguel Delibes de la mejor forma que él podría imaginar.

Él, que contestaba cada una de las cartas que recibía, vinieran de donde vinieran. Miles de cartas. Él, que atendía solícito a consultas y a llamadas de estudiantes. Ese hombre siempre atento a quienes querían compartir con él su obra, de forma anónima, de manera entrañable e íntima. Él, que evitaba actos públicos pero que amaba explorar el corazón de las personas, se sentiría hoy muy satisfecho de esta Fundación.

Porque Miguel Delibes nos habló a través de las palabras, a través de la literatura. Y ahora nos seguirá hablando en este espacio lleno de recuerdos, repleto de palabras.

Y pienso hoy en las personas de todas las edades que se acercarán aquí a conocer a un buen hombre pero también a conversar con el escritor, a dejar que Delibes les hable. Pero, sobre todo, pienso en los jóvenes estudiantes.

Sabemos que los escritores permanecen en sus obras y nos hablan desde ellas. Algunas tienen el extraño privilegio de seguir hablándonos muchos años después de ser compuestas, incluso siglos después. Un clásico es aquel que nunca acaba de decir lo que nos tiene que decir. Por esa razón, los autores llamados clásicos parece que sigan viviendo entre nosotros.

Para muchos de los que vivimos en la actualidad, Miguel Delibes no sólo permanece en su obra, sino también en los recuerdos que de él tenemos.

Quienes hemos tenido la suerte de conocerlo, de ser amigos de sus hijos, de escuchar en casa mil retazos de conversaciones compartidas, mil alusiones cotidianas en las que sus obras se mezclaban con anécdotas de buen amigo de la casa. Quienes crecimos con sus hijos y con sus libros, hoy sentimos una enorme emoción.

Todos los que estamos hoy aquí hemos sido sus contemporáneos. Y, aunque más jóvenes, todos asociamos su nombre a un rostro que nos es familiar, incluso a una voz y a unos gestos que quizá hayamos visto y oído en televisión.

Y permanecen también en la memoria de muchos las ideas y opiniones que ha expresado en entrevistas que hemos leído u oído. Y recordamos no sólo lo que decía, qué pensaba, sino también cómo vivía.

A veces, lo que sabemos de un escritor se interpone entre su obra y nosotros como un obstáculo. Hay excelentes escritores que no nos resultan atractivos porque sus vidas se interponen. No es el caso de Delibes. Lo que sabemos de él como persona nos invita a visitar su obra y apreciarla.

Una Fundación como la que hoy inauguramos oficialmente tiene la doble finalidad de preservar una obra y organizar y resguardar todo aquello que documenta una vida de escritor y una vida cuyos límites van más allá de la biografía literaria.

Obras, cartas, manuscritos, objetos, biblioteca… todo ello forma parte del entramado que une a la persona y al escritor.

Ese entramado es lo que la Fundación Miguel Delibes nos ofrece, un espacio lleno de vida que pone a disposición de las generaciones venideras la obra y la vida del autor. Para que, antes de nada, la obra del escritor pueda seguir hablando. Y, también, para que quienes se acerquen a ella puedan atisbar algo de lo que fue la persona y su mundo.

Un mundo que será trascendido por la palabra.

Aprender, sentir, imaginar, paladear las palabras… ese es el veneno adictivo de los libros. El veneno que esta Fundación quiere inocular en los jóvenes y en todos nosotros.

Muchas gracias.